LIVIN' LA VIDA LOCA

Hace unas horas, Leonardo Goycochea, vicepresidente de Danubio, me confesó que Oscar Curuchet, frustrado candidato a liderar el nuevo Ejecutivo del fútbol -y titular franjeado- pidió dos meses de licencia porque lo venció el stress de las últimas horas que incluyó, como extra, una reacción mediática del vicepresidente Danilo Astori, a quien responde políticamente.
“Volvé en un mes”, le dijo el abogado.
“No creo”, respondió el procurador.
Unas horas antes, el saliente Sebastián Bauzá me respondió en un mensaje que ya no tenía más ganas de hablar y que había llegado la hora estar con su familia.
En pleno calor estival, con su pelo blanco alborotado, Don Ricardo Alarcón, me puntualizó que muchos le pedían que volviera pero que el fútbol fagocitaba sin piedad.
No es nuevo el consejo para la mayoría de hombres de bien que aman este deporte y tienen éxito político, empresarial o social: "no te metás".
Es que la paleta de colores de la política en la AUF no admite los matices.
Es blanco o negro, “grandes” o “chicos”, Tenfield o Fox Sports, licitar derechos de TV ya o esperar, Pro-Paco o Anti-Casal y la lista podría ser aún más extensa.
El puntual empate 8-8 que se dio al votar la continuidad de Bauzá en la agitada asamblea del pasado miércoles 2 de abril es sólo una muestra más.
Alguna vez, Víctor Hugo Morales definió al fútbol uruguayo desde las satinadas páginas de “El Gráfico”: "pobre en los bolsillos, rico en el alma". Hoy su alma - y su esencia- están contaminadas.
El paraíso celeste que nos acompaña desde las frías noches de Sudáfrica se desdibujó en el marco de una guerra dirigencial que cimentó sus episodios bélicos en secretos operativos vinculados a una trama más económica que deportiva.
En verano, comenzó a vaticinarse la salida del presidente Bauzá que dejó esta semana su oficina acompañado del cerrado aplauso de su gente. La afición se indignó por el desenlace.
Pocos presidentes tuvieron tanto apoyo en la opinión pública. En mis años como periodista deportivo, nunca vi firmar tantos autógrafos a un "trajeado" del fútbol como hizo el eterno hincha de Bella Vista.
“Fue un tema de dignidad”, aseguró el vicepresidente del saliente ejecutivo Miguel Sejas.
“Como amigo le dije a Bauzá que se fuera, como dirigente que se aguantara hasta el Mundial”, me contó Alvaro Silva, titular de River Plate.
Citan que, a orillas del Río de la Plata, esta semana hubo una noche animada por algún choque de copas que se extendió hasta la sonriente madrugada en una sala que reservó un ex gerente deportivo de un equipo grande. El pretexto para el brindis fue celebrar la salida del mandamás que lideró el gran proceso de la selección desde la AUF.
Esta novela disparó con los incidentes generados en el partido Nacional-Newell's y se condimentó con la participación del Presidente José Mujica -que corrió el velo a la mafia de las barras bravas- y la intervención del sindicato de futbolistas que suspendió Peñarol-Miramar Misiones por falta de seguridad. En las sombras, hubo más actores.
El episodio dejó tristeza en el ambiente futbolístico y la sensación que la pelota -evocando al delirante Maradona- se manchó.
El fútbol tiene una magia especial y resiste a todo.
Sin embargo, las peleas echan a los buenos hinchas, más aún si los sistemas de seguridad fracasan y los espectáculos son malos.
En plena fanfarria, no faltó un trasnochado que pidió un campeonato con 20 clubes -y sin descenso- cuando lo ideal sería que el número de equipos no superara los diez y que la integración se estableciera sobre bases serias.
Wilmar Valdez, practicamente desconocido para los amantes de la pelota, otrora relator deportivo, será el presidente de la AUF.
Así, el fútbol vive y lucha, a pesar de los constantes errores.
Ese aire de prolijidad y confianza que un enfermo terminal recuperó tras el optimismo que acercó el proceso Tabárez se esfumó. Volvieron los debates que no enriquecen, alguna pelea poco feliz en plena sesión y una clara desaprobación del hincha y la sociedad.
Una vez más, el fútbol se olvidó que el camino es la recompensa y emprendió una loca carrera por la supervivencia donde no importa que cabeza rueda.