EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS


No hay hadas, ni genios. 
Ni Batman, ni Superman.
La selección de fútbol de Uruguay jugará su futuro -en Amman y Montevideo- en siete días. Éxito y fracaso, con su dicotomía endeble, definirán acierto o error para un maravilloso proceso que no merece sentencia definitiva por un fugaz duelo de ida y vuelta.
Pero, aunque el dragón de siete cabezas espera a la vuelta de la esquina, es posible derrotarlo.También al gigante Lobo Feroz que se esconde para devorarnos tras un escritorio.
Así es el fútbol uruguayo.
Pasó años sacando fuerzas y obligado a obtener mágicas soluciones quirúrgicas que le dieron unos meses más de vida a un paciente terminal. Vivió -y vive- dirimiendo batallas entre el campo de juego y la burocracia directriz que exige más dinero para clubes que no merecen seguir compitiendo.
Pleitos internos, guerras de tiro corto, mentalidad desgastada, autoestima por el suelo.Escuché a las brujas del desengaño proclamando el fin y, sin embargo, el renacer fue posible.Y eso que nuestro andar errático aseguraba que no habría un mañana.
La resurrección se adelantó al fin de los días que pregona como dogma universal la doctrina católica y se consumó en frías noches de ilusión en la tierra de Madiba.
El País de Las Maravillas lo comenzó a construir Tabárez -convencido que en el camino está la recompensa- y aún tiene una contra cara en el doméstico andar del fútbol de cada fin de semana que apenas respira ayudado por los ventiladores artificiales que se conectan a estructuras económicas ficticias o gerenciamientos que dejan más utilidad al gerente que a la empresa.
El encuentro del Maestro y la selección fue como la fusión de dos almas que se habían conectado en otra vida pero su nueva etapa los encontró maduros y lujuriosos, listos para crecer juntos y entregarse plenamente a sabiendas que era la última oportunidad para disfrutar o despedirse de los sueños.
La nueva vida elaboró un plan que soportó tormentas, sabotajes, chismes baratos,conspiraciones y burdas exposiciones de arcaicos voceros del ayer que aseguraban que todo tiempo pasado fue mejor.
Fue el gran Obdulio, en su casa de Villa Española, una tarde de cumpleaños que fui a entrevistarlo, en ese tono indescifrable para un joven de 20, el que me hizo pensar.
"¿Ud cuántos años tiene?", me espetó con cara sería y remató: "Si no nos vio jugar no hable más de nosotros (los campeones del 50) porque hace mal a los que vienen... ¿Me entendió?"
Ese día, un 20 de setiembre del 92, no lo entendí. Y pensé que era un resentido.
Hoy, guardo ese encuentro como uno de los más maravillosos que me regaló mi carrera.Y por cierto... Lo entendí.El fútbol uruguayo es milagroso.
Y -aunque no hay superhéroes que lo aseguren- tengo la certeza que el año que viene volaré a Brasil para ver otro capítulo protagonizado por esos artistas de la pelota que se visten del color del cielo para hacer cosas prodigiosas que escapan al entendimiento.
Miraculum.
La sentencia puede pertenecer a cualquier periodista deportivo del primer mundo que se deleite con las andanzas de Cavani o Suárez y conozca las gloriosas páginas dedicadas a la Banda del Negro Jefe o a los bravos Olímpicos de los años veinte.
O a uno de los nuestros.
Ya lo dijo Eduardo Galeano.
"Uruguay tiene dos milagros: el fútbol y la literatura. ¿Cómo puede ser que un país que tiene la población de un barrio de Buenos Aires o San Pablo haya ganado dos campeonatos olímpicos y dos mundiales? Es inexplicable".

Comentarios

  1. ¡Excelentes tus notas y muy compartibles! ¿Qué te parece nuestra página en la que ponemos algo de fútbol con humor?: lagalanga.blogspot.com
    http://lagalanga.blogspot.com/2013/10/rey-de-repechajes.html
    Saludos

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