NI ALFRED HITCHCOCK LA HUBIERA HECHO MEJOR...


Por definición, el suspenso procura mantenernos expectantes, tensos, atentos al desenlace inesperado.
Lo cultivan las tramas policiales o las películas de terror.
Desde el pasado domingo admite un capítulo vinculado al deporte.
Incertidumbre, ansiedad, dramatismo.
No sólo la ficción regala suspenso.
La vida tiene una cuota de emoción inesperada.
Ansiedad.
Sorpresa.
Asombro.
La última fecha del Torneo Apertura no fue ajena a este género. El gris y devaluado campeonato doméstico agregó su aporte y demostró que el rol protagónico puede ser asumido por alguien que parecía tener asignado un papel secundario.
No es nuevo. Si la esperanza es muy remota - y se concreta- se generará alegría y satisfacción.
Lo podrán afirmar los jugadores de Danubio que arrancaron el santo día de los descansos encomendados a lo divino y soñando con un milagro.
La tarde, sofocante, agregó un condimento extra a la batalla por el título.
En La Quinta de la Paraguaya, a pasitos del Río de la Plata y en la histórica San José de Mayo, testigo de proezas de la Patria, el dramatismo agitó corazones y puso a prueba las gargantas.
Al caer la tarde, una definición de Pablo Lima sentenció el pleito entre franjeados y buzones y tras noventa minutos de tensión siguió más tensión.
En el centro de la cancha del Casto Martínez Laguarda, donde allá por el 79, Diego Armando Maradona, venerado por los hinchas de las tribunas Artigas, Lavalleja, Rivera y Oribe metió dos goles, un grupo de futbolistas se abrazó para escuchar el fin del partido entre Nacional-Fénix.
En el ritual, sobresalió la espigada figura de Jadson Viera, líder natural de la banda maroñense, que agrupó a los suyos -nerviosos- para esperar el pitazo final de Darío Ubríaco en el Parque Central.
La tarde de suspenso deportivo tuvo todo.
Nacional sacó ventaja, se sintió campeón, se enteró del traspié darsenero y, con el despilfarro propio de un financista inexperiente, dilapidó su ventaja, pasó de ganador a perdedor y dejó escapar la ilusión de un final con adrenalina a tope cuando Recoba erró un penal.
Fénix fue verdugo. Salió defenderse y cambió a tiempo. Terminó ganando con un hombre menos y dos jugadas previsibles para todos menos para los futbolistas tricolores.
En un partido que se calentó en el mundo virtual por un desafortunado tuit del portero de River Plate, Damián Frascarelli, el equipo de Almada no pudo dominar la ansiedad, lo abrumó la obligación y naufragó en la orilla después de empatar con Defensor.
Y Danubio comprobó que la sentencia bíblica se hace certeza: "los muertos resucitan y la buena noticia es anunciada a los pobres..."
Condenado a su destino -no poder depender de su suerte- esperó paciente su minuto feliz y la hora señalada -y soñada- fue anunciada por los enviados a tierra maragata: un formidable gol de Pablo Lima convirtió a Danubio en campeón.
Fue un domingo mágico que reafirmó lo increíble que puede ser el fútbol y premió a un equipo con convicción y fortaleza anímica.
Lindo e inesperado.
Para el final del Apertura quedaba reservada una historia de suspenso.
Ni Alfred Hitchcock la hubiera hecho mejor...




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