Cosecharás tu siembra...

En la vida, como en el deporte, se cosecha lo sembrado. Miles de frases poéticas, de auto-ayuda o de inevitable "mea culpa", hacen referencia al pasado cercano como disparador de situaciones presentes. Incluso, la mochila se torna pesada cuando la sentencia jaquea a los no devotos del aquí y ahora.
En fútbol, un instante cambia la historia. Esa pelota en el palo de Robbie Resenbrick en la final del 78, las oportunidades dilapidas por aquel equipo de Púa en el Mundial de Malasia, el tiro de Aguirre -casi por impotencia- en Santiago contra América. Todo puede ser centralizado en una cuestión de centímetros: un poco más a la derecha o izquierda y otra era la historia.
Sin embargo, la lectura admite una interpretación menos puntual. Especialmente en torneos de mediano o largo desarrollo. A la meta se llega con la suma de errores y aciertos que se premia con tres o un punto.
La cuenta se torna complicada cuando la suerte la administra alguien ajeno.
Así ocurrió con Peñarol.
Dilapidó su buen arranque copero cual millonario inexperto. Invirtió cuando debía administrar y se quedó sin nada. Así, deambuló por la cancha queriendo más de lo que podía obtener (Vélez en Montevideo) y se rindió antes del fin de la batalla (Emelec en Guayaquil).
Ante Iquique, en el cierre del grupo, cumplió con su parte pero le falló la ayuda de Vélez y quedó eliminado.
Se sabe...
Nada peor que poner tu destino en manos ajenas.


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