Mi amiga, la pelota


Barcelona fue el disparador.
Su juego ha generado un efecto dominó y -al mejor estilo de la arena política- su sistema provocador arrastró a otros clubes a tocar, cuidar y mimar la pelota de manera ordenada, lógica y racional.

Por supuesto, están los defensores a ultranza del sistema culé. Eso sí, ya han dejado de ser esnobs y el mundo no los califica como intelectuales de la táctica, la estrategia y los sistemas de juego pues alcanzará con contar los pases que preceden la ejecución sin piedad del portero rival para confirmar que ese método es fantástico.

Hoy día, salvo raras excepciones, el mundo rinde pleitesía al paciente trabajo de alfarero coronado -frente al arco enemigo- con el toque de la varita mágica de los integrantes de la banda que lidera Lionel Messi.

Aquellos que vivieron la revolución de “La Naranja Mecánica” de Rinus Michels encontrarán puntos de contacto entre “Fútbol Total” de Holanda y el estilo que perfeccionaron los azulgranas.
En ambos casos, hubo -y hay- un líder (Cruyff, Messi) que -por encima- de la manera y el colectivo, reivindicaron la imaginación como arma letal.

Si se trata de no aceptar el orden establecido, estos ejemplos de fútbol “total”, “completo” o “mágico” nos obligan -por lo menos- a reflexionar o -a reflotar- la famosa pregunta que siempre nos formulamos los amantes del fútbol: “¿A qué jugamos en Uruguay?”

Si entendemos por tácticas como aquellas acciones estratégicas que puede desarrollar un equipo cuando se encuentra en posesión de la pelota ya descubrimos el primer tropiezo: ¡cuánto le cuesta a los equipos uruguayos tenerla! Está claro que hay que neutralizar al adversario. Para ello hay que desarrollar acciones de ataque y defensa que eviten recibir goles pero promuevan convertirlos. También está claro que la tarea no es sencilla. Sino alcanzaría con colgarse del travesaño para mantener el arco invicto o amontonar delanteros para convertir. El secreto está en presionar para recuperar el balón y aceitar una adecuada interacción entre las líneas para seducir al gol. Pero, como siempre decía el inolvidable “Lalo” Fernández, “hay una pelota sola y si no la tengo yo... la tiene el contrario”.

Debo confesar que nuestros debates en radio y TV conducen -inevitable- a la poca posesión de pelota como argumento feroz e irrebatible para explicar el fracaso de los equipos uruguayos.

“Quema la pelota”, “Se abusa del pelotazo”, “Nadie se desmarca”, “El equipo está estirado”, “Faltó volumen de juego”. Todas estas máximas encuentran descargo en la idiosincrasia del fútbol de estos pagos y sale a escena, cual perturbadora alma en pena, “La Nuestra”.

¿No habrá llegado la hora de derrocarla definitivamente? ¿No será que “La Nuestra” ya no responde a los tiempos que marca el fútbol moderno?

Es hora de arremangarse y empezar a trabajar para cambiar, para ser un poco más audaz, para ser amigo de la pelota, para dormirle en el pie sin apuro y sin que la empuje la ansiedad de la tribuna.

Al fin y al cabo, el fútbol es un juego y el que no arriesga no gana.

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